La URSS: el experimento que quiso cambiar el mundo

Durante casi todo el siglo XX, el planeta estuvo dividido en dos grandes bloques de poder. Uno era el “mundo capitalista”, liderado por Estados Unidos; el otro, el “mundo comunista”, encabezado por la URSS, siglas de Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. La URSS fue mucho más que un país: fue un proyecto político, económico e ideológico que quiso demostrar que existía una alternativa al capitalismo. La historia comienza en 1917, cuando estalla la Revolución Rusa. En medio de la Primera Guerra Mundial, el pueblo ruso, cansado de la pobreza y la monarquía, derrocó al zar y llevó al poder a los bolcheviques, liderados por Vladimir Lenin. Su idea era radical: acabar con las clases sociales y crear una sociedad en la que todo —la tierra, las fábricas, los bancos— fuera propiedad de todos. Así nació la URSS en 1922, uniendo Rusia con otros territorios del antiguo imperio en un solo Estado socialista. Durante sus primeras décadas, la URSS se convirtió en un laboratorio de ideas: economía planificada, educación gratuita, igualdad de género, ciencia y tecnología al servicio del pueblo, etc. Pero también en un régimen autoritario. Tras la muerte de Lenin, Stalin tomó el poder y convirtió el país en una dictadura brutal. La colectivización forzada de la agricultura provocó hambrunas, millones de personas fueron enviadas a campos de trabajo, y la libertad de expresión prácticamente desapareció. Aun así, la URSS logró transformarse de un país rural y atrasado en una potencia industrial en apenas unas décadas.

Durante la Segunda Guerra Mundial, la URSS jugó un papel decisivo en la derrota de la Alemania nazi. Pero el precio fue altísimo: más de 20 millones de muertos. Al terminar la guerra, el país se consolidó como una de las dos superpotencias mundiales, junto con Estados Unidos. Comenzó entonces la Guerra Fría, una rivalidad política, militar y tecnológica que marcó la segunda mitad del siglo XX. Ambos bloques competían por demostrar qué sistema era superior: el capitalismo o el comunismo. La carrera espacial —culminada por la URSS con el primer satélite (Sputnik, 1957) y el primer hombre en el espacio (Yuri Gagarin, 1961)— fue una de sus grandes victorias simbólicas, demostrando el gran poder de la industria y de la ciencia soviéticas. No obstante, al final fue el capitalismo el que puso el primer pie en la Luna, las cosas de la historia.

Pero con el paso del tiempo, el sistema soviético se fue deteriorando. La economía centralizada no lograba innovar, la burocracia ahogaba la iniciativa, y las desigualdades seguían existiendo, aunque el discurso oficial las negara. En los años 80, el líder Mijaíl Gorbachov intentó reformar el sistema con la perestroika (reconstrucción económica) y la glasnost (apertura política), pero llegó demasiado tarde. Entre otros fracasos, se produjo uno de los accidentes nucleares más graves de la historia. En 1991, la URSS se disolvió, dando origen a 15 países independientes, entre ellos la actual Rusia. El legado de la URSS es complejo. Por un lado, impulsó avances científicos, sociales y educativos, e inspiró movimientos de justicia social en todo el mundo. Por otro, dejó una huella de represión, censura y falta de libertades. Su caída marcó el final de una era y el inicio de un mundo globalizado dominado por el modelo capitalista.

En resumen, la URSS fue el mayor intento de construir una sociedad sin propiedad privada ni desigualdad. Fracasó, pero cambió la historia del siglo XX y nos dejó una lección que sigue vigente: ningún sistema político, por ideal que parezca, puede funcionar sin libertad ni justicia real.