Dorothea Lange (1895–1965) fue una de las fotógrafas documentales más influyentes del siglo XX, reconocida por su capacidad para captar la humanidad y la resistencia de las personas en tiempos de crisis. Nació en Hoboken, Nueva Jersey, en el seno de una familia de clase media. A los siete años contrajo poliomielitis, lo que le dejó una ligera cojera permanente, y poco después sus padres se separaron, experiencias que marcaron su sensibilidad hacia el sufrimiento y la exclusión social. Estudió fotografía en Nueva York con Clarence H. White, uno de los fundadores del movimiento de la fotografía pictorialista, y trabajó en varios estudios de retrato antes de mudarse a San Francisco en 1918. Allí abrió su propio estudio y se integró en los círculos artísticos y bohemios de la ciudad. Durante los años veinte se especializó en retratos de la élite local, pero la Gran Depresión cambió su mirada y su rumbo profesional. A comienzos de los años treinta, conmovida por el creciente desempleo y la pobreza, Lange comenzó a fotografiar a las personas afectadas en las calles y en los campos de California. Sus imágenes, cargadas de empatía y realismo, llamaron la atención de la Resettlement Administration (posteriormente Farm Security Administration, FSA), una agencia del gobierno estadounidense encargada de documentar las condiciones de vida de los trabajadores rurales.
Durante su trabajo para la FSA (1935–1940), Lange realizó algunas de las fotografías más icónicas del siglo, entre ellas Migrant Mother (1936), retrato de Florence Owens Thompson, una madre campesina agotada por la pobreza. Esta imagen se convirtió en símbolo de la Gran Depresión y de la fuerza de las mujeres frente a la adversidad. Más tarde, durante la Segunda Guerra Mundial, Lange trabajó para el gobierno documentando la vida en Estados Unidos, incluido el internamiento forzoso de ciudadanos japoneses-americanos, un proyecto que reveló con valentía las injusticias cometidas en nombre de la seguridad nacional. En los años posteriores, continuó explorando temas sociales y viajó por el mundo en proyectos humanitarios y documentales junto a su segundo esposo, el economista Paul Taylor. Murió en 1965, poco antes de la gran retrospectiva de su obra en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA).
La fotografía de Lange que quedó como su mayor clásico fue Madre migrante. La mujer en la foto es Florence Owens Thompson, pero Lange aparentemente nunca supo su nombre. Según palabras de la propia Florence, ni le agradó que le fotografiara ni le gustó que publicara las imágenes, algo que le había pedido expresamente que no hiciera y que ésta le había asegurado que no haría, como también incumplió su palabra de que le haría llegar una copia de las imágenes.
En 1960 Lange habló de su experiencia al tomar la foto:
Vi y me acerqué a la famélica y desesperada madre como atraída por un imán. No recuerdo cómo le expliqué mi presencia o mi cámara, pero recuerdo que no me hizo preguntas. No le pedí su nombre o su historia. Me dijo su edad, 32 años. Me dijo que habían vivido de vegetales fríos de los alrededores y pájaros que los niños mataban. Acababa de vender los neumáticos de su coche para comprar alimentos. Ahí estaba sentada reposando en la tienda con sus niños abrazados a ella y parecía saber que mi fotografía podría ayudarla y entonces me ayudó. Había una cierta equidad en esto.
Según el hijo de Thompson, Lange se equivocó en algunos detalles de esta historia, pero el impacto de la fotografía se basó en mostrar la fuerza y necesidad de los obreros inmigrantes. Dorothea Lange dejó un legado inmenso: su cámara fue un instrumento de conciencia social y su obra, un testimonio perdurable de la dignidad humana en tiempos difíciles.