Todas las novelas de Stephen King

Volviendo al universo del escritor americano Stephen King, aquí dejo el listado de sus novelas en orden cronológico:

Novelas en orden de publicación  


1970s  

Carrie (1974)  

’Salem’s Lot (1975)  

Rage (como Richard Bachman) (1977)  

The Shining (1977)  

The Stand (1978)  

The Long Walk (como Bachman) (1979)  

The Dead Zone (1979)  

   

1980s  

Firestarter (1980)  

Roadwork (como Bachman) (1981)  

Cujo (1981)  

The Running Man (como Bachman) (1982)  

The Dark Tower: The Gunslinger (1982)  

Different Seasons (novellas) (1982) —incluye The Body, Rita Hayworth…, etc.  

Christine (1983)  

Cycle of the Werewolf (1983)  

Pet Sematary (1983)  

The Eyes of the Dragon (1984)  

The Talisman (con Peter Straub) (1984)  

Thinner (como Bachman) (1984)  

It (1986)  

The Dark Tower II: The Drawing of the Three (1987)  

Misery (1987)  

The Tommyknockers (1987)  

The Dark Half (1989)  

  

1990s  

The Stand: Complete and Uncut Edition (1990)  

Four Past Midnight (novellas) (1990)  

The Dark Tower III: The Waste Lands (1991)  

Needful Things (1991)  

Gerald’s Game (1992)  

Dolores Claiborne (1992)  

Nightmares and Dreamscapes (colección) (1993)  

Insomnia (1994)  

Rose Madder (1995)  

The Green Mile (serializado en 1996)  

Desperation (1996)  

The Regulators (como Bachman) (1996)  

The Dark Tower IV: Wizard and Glass (1997)  

Bag of Bones (1998)  

The Girl Who Loved Tom Gordon (1999)  

Hearts in Atlantis (1999)  

  

2000s  

Dreamcatcher (2001)  

Black House (con Peter Straub) (2001)  

Everything’s Eventual (colección) (2002)  

From a Buick 8 (2002)  

The Dark Tower V: Wolves of the Calla (2003)  

The Dark Tower VI: Song of Susannah (2004)  

The Dark Tower VII: The Dark Tower (2004)  

The Colorado Kid (2005)  

Cell (2006)  

Lisey’s Story (2006)  

Blaze (como Bachman) (2007)  

Duma Key (2008)  

Just After Sunset (colección) (2008)  

Under the Dome (2009)  

  

2010s  

Full Dark, No Stars (colección) (2010)  

11/22/63 (2011)  

The Dark Tower: The Wind Through the Keyhole (2012)  

Joyland (2013)  

Doctor Sleep (2013)  

Mr. Mercedes (2014)  

Revival (2014)  

Finders Keepers (2015)  

The Bazaar of Bad Dreams (colección) (2015)  

End of Watch (2016)  

Sleeping Beauties (con Owen King) (2017)  

The Outsider (2018)  

Elevation (2018)  

The Institute (2019)  

 

2020s  

If It Bleeds (colección) (2020)  

Later (2021)  

Billy Summers (2021)  

Fairy Tale (2022)  

Holly (2023)  

Never Flinch (2025) 


Lecturas de 2024

Aquí recopilo el listado de los libros leídos a lo largo del año 2024:

  • La roja insignia del valor - Stephen Crane  
  • Primavera Extremeña- Julio Llamazares  
  • Yo pondré la guerra - Manuel Leguineche  
  • Bajo la mirada de Occidente - Joseph Conrad  
  • Un caballero a la deriva - Herbert Clyde Lewis  
  • Breve historia de entreguerras- Óscar Sainz de la Maza  
  • Hubo una vez una guerra - John Steinbeck  
  • Las aventuras de un libro vagabundo - Paul Desalmand  
  • Veinticuatro horas en la vida de una mujer - Stefan Zwein  
  • El túnel - Ernesto Sabato  
  • Agonía, traición, huida- José Luis Rodríguez Jiménez  
  • 23 cosas que no te cuentan sobre el capitalismo - Ha-Joon Chang  
  • Senderos de Gloria - Humphrey Cobb  
  • Los tónicos de la voluntad -Santiago Ramón y Cajal  
  • Apuntes de un disidente - Jesús Palomar Vozmediano  
  • 7 cuentos - Antón Chéjov  
  • La jungla polaca - Ryszard Kapuściński  
  • Entre limones - Chris Stewart  
  • La Segunda Guerra Mundial Imágenes para la historia -Paco Elvira


Lecturas de 2023

Estoy recopilando las lecturas por año, tanto libros como comics. Aquí pongo el listado de las de 2023:

  • Voces de Chernóbil - Svetlana Alexievich  
  • La última vuelta al mundo en 80 días - Luis Pancorbo  
  • Jovellanos, el patriota - Manuel Fernández Álvarez  
  • Una pequeña historia de la filosofía- Nigel Warburton  
  • La guerra de Afganistán de 1979 a 1988 - Mylene Theliol  
  • El buitre - Franz Kafka  
  • El autobús perdido - John Stenbeck  
  • Una vida en nuestro planeta - David Attenborough  
  • La vuelta a Europa en avión. Un pequeño burgués en la Rusia roja - Manuel Chaves Nogales  
  • El viejo y el mar - Ernest Hemingway  
  • La aldea perdida - Max Gross  
  • Hijos de hombres - Phyllis D. James  
  • Somos nosotros los que estamos aquí ahora - Jostein Gaarder  
  • La isla del Dr. Morau - H.G. Wells  
  • Viaje por la vía de la plata - Pío Moa  
  • Érase una vez la URSS - Dominique Lapierre  
  • Invierno - Rick Bass  
  • Bajo la mirada de occidente - Joseph Conra  
  • Redención Daredevil (comic)  
  • Sospechosos excepcionales Daredevil (comic)



Los típicos tópicos de La Inquisición: El último judío de Noah Gordon

Noah Gordon

El autor, Noah Gordon, fue un escritor y periodista estadounidense nacido en 1926 y fallecido en 2021. Su carrera estuvo marcada por un interés profundo en la historia y la medicina, materias que fusionó en su producción literaria para crear novelas históricas. Tras una formación en periodismo y varios años dedicados a la prensa, Gordon dio el salto a la novela con títulos como El rabino y, sobre todo, con El médico, que le otorgaron reconocimiento internacional. A lo largo de su vida, su obra se caracterizó por una clara vocación por narrar el paso del tiempo y las vidas marcadas por la adversidad, siempre con un estilo accesible y directo. Su obra más famosa y exitosa fue El Médico, de cuyo vientos bebe El Último Judío.

El libro: El Último Judío

El Último Judío se presenta como un ambicioso fresco histórico ambientado en la España de 1492, un momento crucial marcado por la expulsión de los judíos decretada por los Reyes Católicos. La novela sigue la vida de Yonah Toledano, un joven que, tras perder a su familia, se ve obligado a sobrevivir en un entorno hostil, manteniendo viva su fe judía mientras adopta distintas identidades y roles, entre ellos el de médico. Aquí el autor aprovecha el éxito de su novela anterior para exprimir un poco más su fama. La narrativa nos ofrece un periplo de tópicos de la complejidad de la época, mostrando la brutalidad tópica de la Inquisición y los dilemas morales de aquellos que intentaban preservar su esencia cultural en medio de la persecución. La escritura de Gordon destaca por su simplicidad, evitando florituras innecesarias para centrarse en la evolución interior del protagonista y en las tensiones históricas que le rodean. Esta conjunción de historia y humanidad convierte a la novela en una lectura interesante, que explora temas como la identidad y la fe. La novela tiene un gran pero: su lectura es algo plana desde el punto de vista literario y bastante flojo desde un contexto histórico. La novela carece de profundidad psicológica, con un desarrollo lineal y previsible, con unos personajes secundarios carentes de complejidad. Además, el autor sesga de forma descarada a las religiones, los judíos y musulmanes son lo mejores y los católicos en su mayoría una panda de fanáticos iletrados.
La novela tiene un estilo funcional y claro, pero que resulta demasiado directo y carente de matices literarios. La novela ni vale como base histórica (crea una repetición de la leyenda negra contra Castilla y Aragón que tanto gusta al mundo anglosajón), ni como obra literaria de calidad. Un west seller que según se termina de leer se olvida, que es lo peor que le puede pasar a cualquier obra artística.

Otros países fueron pioneros antes que España en expulsar a los judíos

Recordemos lo que pasó antes de 1492 en Europa. Por ejemplo, en Inglaterra la hostilidad hacia los judíos se intensificó a lo largo del siglo XIII. Tras años de leyes restrictivas, acusaciones de usura y episodios de violencia —como los pogromos de York en 1190—, Eduardo I decretó en 1290 la expulsión total de los judíos del reino. Francia siguió un patrón similar: ya en 1182, Felipe II ordenó la primera expulsión de los judíos del dominio real, pero no en la totalidad de su reino, aunque fueron readmitidos por interés económico y expulsados de nuevo en varias oleadas, hasta que Carlos VI formalizó la expulsión definitiva en 1394. Es decir, a finales del S.XIII Inglaterra fue pionera en expulsar a judíos de todo su reino.

Cronología de los hechos

Le he preguntado a Chat GPT sobre este tema, para ver que pasó antes de 1492, y esto es lo que me ha contado:

Línea cronológica de persecuciones y expulsiones de judíos en Europa (hasta 1492)

  • 1096 – Pogromos de la Primera Cruzada
    En el camino hacia Tierra Santa, bandas de cruzados asaltan comunidades judías en Renania (Maguncia, Worms, Espira), provocando masacres.

  • 1147 – Segunda Cruzada
    Nuevos ataques contra judíos en Francia y Renania, impulsados por predicadores que los acusan de “enemigos de Cristo”.

  • 1182 – Francia
    El rey Felipe II expulsa a los judíos de su dominio, confisca sus bienes y anula las deudas que la nobleza y el clero tenían con ellos. Son readmitidos en 1198.

  • 1190 – Inglaterra
    Pogromos en Londres y York. En York, más de 150 judíos mueren en un asedio y suicidio colectivo en el castillo de Clifford.

  • 1290 – Inglaterra
    Eduardo I decreta la expulsión total de los judíos del reino. No podrán regresar oficialmente hasta 1656, bajo Cromwell.

  • 1306 – Francia
    Felipe IV ordena una expulsión masiva. Miles de judíos se dispersan hacia Navarra, la Provenza, Italia y el Sacro Imperio.

  • 1348‑1351 – Europa central y occidental
    Durante la peste negra, los judíos son acusados de envenenar pozos. Pogromos y expulsiones en Estrasburgo, Basilea, Colonia y decenas de ciudades.

  • 1391 – Corona de Castilla y Corona de Aragón
    Pogromos coordinados, iniciados en Sevilla y extendidos a Toledo, Valencia, Barcelona y otras ciudades. Miles de judíos asesinados o convertidos por la fuerza.

  • 1394 – Francia
    El rey Carlos VI decreta la expulsión definitiva de los judíos del reino. Muchos se refugian en Italia y en territorios germánicos.

  • 1420 – Austria (Viena)
    El duque Alberto V ordena arrestos masivos; se confiscan bienes y se ejecuta a líderes comunitarios. Los supervivientes son expulsados.

  • 1470s – Diversas ciudades italianas y germánicas
    Expulsiones parciales en Bolonia, Parma, Trento y varias ciudades‑estado; la presión aumenta con la Inquisición en España y la vigilancia papal.

Pero por desgracia, parece que en el imaginario Europeo-Americano fue España la más "malota", ya que expulsó a los judíos de su territorio (a finales del S.XV). Pero se olvidan que ya otros reinos europeos lo había hecho mucho antes. Es decir, en un contexto histórico esto era lo normal, España fue más reticente a hacerlo que el resto de Europa, en ese contexto "fue la menos mala". Además, La Inquisición se funda en el S.XII en Francia, mucha gente piensa que es algo "típicamente español".

Pero, esto de La Inquisición, ¿en qué consistía?

La Inquisición, ¿en qué consistía realmente?

La Inquisición Española, es decir El Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, fue una institución eclesiástica creada en 1478 por los Reyes Católicos, Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, con autorización del papa Sixto IV. Su objetivo inicial no era perseguir a la población judía o musulmana en general, sino vigilar y enjuiciar a los conversos —judíos o musulmanes convertidos al cristianismo— que fueran sospechosos de mantener prácticas religiosas propias de su antigua fe, lo que en el lenguaje de la época se denominaba judaizar o islamizar. La preocupación política y religiosa detrás de su creación radicaba en la unidad confesional que los monarcas consideraban esencial para consolidar el nuevo Estado. A diferencia de las inquisiciones medievales anteriores, que dependían directamente del papa, la Inquisición Española fue controlada por la Corona a través de un organismo central, el Consejo Supremo de la Inquisición o Suprema, lo que la convertía en una herramienta tanto religiosa como política.

El tribunal inquisitorial tenía competencia exclusivamente sobre personas bautizadas en la fe católica. Esto incluía no solo a conversos de origen judío o musulmán, sino también a cristianos viejos acusados de herejía, blasfemia, proposiciones heréticas, bigamia o prácticas supersticiosas contrarias a la ortodoxia. Por tanto, no podía juzgar a judíos o musulmanes que no se hubieran bautizado, ya que estos quedaban bajo la jurisdicción civil o de otros tribunales eclesiásticos. Es decir, en la novela que tratamos hoy la persecución del protagonista no debería ser de La Inquisición, debería ser desde el poder real, ya que había desobedecido una orden de los reyes. 

El procedimiento de la Inquisición, aunque severo, seguía formas jurídicas reconocidas para la época: se iniciaba con una denuncia, se investigaba en secreto, y si había indicios se encarcelaba al acusado a la espera del proceso. El acusado podía ser asistido por un abogado designado por el tribunal y tenía derecho a presentar testigos en su defensa, aunque no podía conocer la identidad de sus acusadores, lo que generaba un evidente desequilibrio procesal. En cualquier caso, hablamos de unas garantías legales bastante pioneras para el contexto histórico en el que nos movemos. Escritores de novela "histórica", no olviden el contexto, el contexto es la esencia de la historia, si él no se puede entender.

Las penas variaban según la gravedad y reincidencia. La mayoría de ellas no concluían en ejecución: las sanciones podían ir desde multas, penitencias públicas, confiscación de bienes, destierro o cárcel, hasta la pena de muerte para casos de herejía obstinada. La ejecución capital, cuando se imponía, era realizada por las autoridades civiles, ya que la Iglesia no podía derramar sangre según su propia legislación. Los juicios más solemnes -y muy escasos cuantitativamente hablando- culminaban en el auto de fe, un acto público en el que se leía la sentencia y se aplicaban las penas. Aunque en el imaginario popular posterior —sobre todo desde el siglo XIX— se asoció la Inquisición Española con una maquinaria indiscriminada de torturas y hogueras masivas, los estudios modernos basados en sus archivos muestran que la tortura, aunque legalmente permitida, se aplicó en un porcentaje reducido de casos y bajo límites normativos más estrictos que en la justicia ordinaria de la época. Es decir, de nuevo el autor de la novela recurre a tópicos típicos.

Durante sus siglos de actividad, la Inquisición evolucionó en sus objetivos. En sus primeras décadas se centró casi exclusivamente en los conversos; en el siglo XVI amplió su atención a la vigilancia de corrientes protestantes, alumbrados, erasmistas y otros movimientos espirituales; más tarde, reguló la censura de libros y combatió prácticas supersticiosas o mágicas que consideraba peligrosas para la ortodoxia católica. Con el tiempo, perdió relevancia y fue suprimida en 1834, en un contexto político y social radicalmente distinto al que le dio origen. Históricamente, fue una institución compleja, a la vez represiva y burocrática, que refleja las tensiones de una España en formación, donde religión y poder político estaban entrelazados de forma inseparable.

El mejor consejo es que al leer un novela "histórica" no caigamos en el error de pensar que es un libro de historia. Si lo hacemos, nos llevaremos una idea tópica y mitificada de la realidad, de los hechos, de los legajos, de lo que es realmente la historia.


Breve historia de la guerra de Vietnam, de Raquel Barrios Ramos: las guerras son odiosas

Acabo de terminar Breve historia de la guerra de Vietnam, de Raquel Barrios Ramos. Es una primera aproximación a aquel conflicto que marcó a la potencia dominante de la época: Estados Unidos. El libro no destaca precisamente por su claridad cronológica: avanza y retrocede, se dispersa, y por momentos resulta confuso. Sin embargo, posee un mérito indudable: ofrece un excelente contexto histórico sobre lo que ocurrió antes de la llegada estadounidense, en particular el periodo del colonialismo francés.

Lo demás es historia ya conocida: dos millones de vietnamitas muertos bajo bombardeos indiscriminados, selvas arrasadas por la química, miles de huérfanos, 58.000 jóvenes estadounidenses que no regresaron jamás… y los que lo hicieron, marcados para siempre, rechazados por la misma sociedad que los envió a combatir. Las guerras son, sencillamente, un asco.

Hoy, el globalismo atlantista y la industria armamentística presionan para que los países gasten más en armas y ejércitos. La pregunta es sencilla: ¿Cuántas madres españolas estarían dispuestas a sacrificar a sus hijos para “proteger” la integridad territorial de Estonia? Pues eso: las guerras son un asco.

¿Por qué deberías llevar una multitool?

Vivimos en una época en la que el minimalismo, la eficiencia y la preparación son más valorados que nunca. Ya no se trata solo de cargar con lo justo, sino de tener lo necesario a mano cuando realmente lo necesitas. En ese contexto, una herramienta multitool se convierte en una gran aliada. ¿Alguna vez te has encontrado en una situación en la que necesitabas un destornillador, unas pinzas o una cuchilla y no tenías nada a mano? Si llevas una multitool, eso no te vuelve a pasar.

Llevar una multitool en el bolsillo o en la mochila puede marcar una gran diferencia en tu día a día, en tus aventuras al aire libre, en tu trabajo o incluso en una emergencia.

¿Qué es una multitool?

Una multitool o herramienta múltiple es un dispositivo compacto que combina diversas herramientas en un solo cuerpo plegable. Las más comunes incluyen alicates, cuchillo, destornilladores planos y de estrella, tijeras, lima, sierra, abrelatas, abrebotellas, punzones y, en modelos más avanzados, incluso cortadores de alambre, pequeño martillo, ferrocerio, herramientas para bicicletas o adaptadores para puntas intercambiables.

Hay muchas marcas reconocidas como Leatherman, Victorinox, Gerber o SOG, con modelos que varían en tamaño, peso y funcionalidades. Pero también hay marcas chinas de muy buena calidad, como Bibury o SwichTech, que ofrecen muchos a un precio muy ajustado. Yo ahora estoy llevando unos de los modelos más económicos de Bibury y la relación calidad-precio es imbatible. 

Ventajas de llevar una multitool

1. Versatilidad en tu bolsillo

Una multitool es, ante todo, versátil. Puedes cortar una cuerda, apretar un tornillo flojo, abrir una lata, recortar un hilo suelto o improvisar una reparación rápida, todo con un solo objeto. En lugar de llevar una caja de herramientas completa, basta con tener una multitool bien equipada en el bolsillo, mochila o cinturón. Esta versatilidad es especialmente útil en profesiones técnicas, bricolaje, actividades al aire libre o simplemente en la vida diaria.

2. Compacta y portátil

Uno de los mayores atractivos de una multitool es su tamaño. A pesar de incluir 10, 15 o incluso más funciones, muchas caben fácilmente en el bolsillo o en una funda pequeña. Esto la convierte en una herramienta ideal para EDC (Everyday Carry), es decir, esos objetos que llevamos siempre encima y que nos hacen la vida más fácil. No necesitas cargar con peso extra: una multitool buena pesa entre 150 y 300 gramos, dependiendo del modelo.

3. Ideal para emergencias

Imagina que estás en la carretera, en medio de una caminata o en una situación inesperada donde necesitas cortar un cinturón de seguridad, improvisar una reparación, abrir un paquete o fabricar algo con lo que tienes a mano. En esos momentos, una multitool puede ser más valiosa que el último modelo de smartphone. Muchas personas que practican senderismo, ciclismo, escalada o supervivencia consideran la multitool como parte fundamental de su equipo de emergencia. Incluso en entornos urbanos puede marcar la diferencia: desde arreglar una bisagra hasta cortar una cuerda o improvisar una palanca.

4. Ahorro de tiempo (y dinero)

¿Cuántas veces has tenido que buscar una herramienta específica en casa o ir a una ferretería solo para solucionar un problema menor? Con una multitool a mano, resuelves en segundos tareas que de otro modo te tomarían más tiempo (o incluso te costarían dinero si necesitas llamar a alguien). Aunque una multitool de calidad puede parecer una inversión al principio, su durabilidad y utilidad la hacen rentable a largo plazo.

5. Robustez y durabilidad

Las multitools modernas están diseñadas para soportar un uso intensivo. Las marcas líderes utilizan acero inoxidable, aleaciones reforzadas y mecanismos de bloqueo seguros para garantizar que puedas confiar en ellas incluso bajo presión. Con un poco de mantenimiento (limpieza y lubricación ocasional), una multitool puede acompañarte durante muchos años.

6. Legalidad y discreción

A diferencia de herramientas grandes o cuchillos tácticos, muchas multitools están diseñadas para ser legales en la mayoría de países y regiones (aunque siempre conviene revisar la normativa de tu país al respecto). Además, su aspecto es más técnico que intimidante, lo que las hace discretas y aceptables en muchos entornos.

¿Cuándo y dónde puede ser útil una multitool?

En el día a día urbano:

- Abrir paquetes o cartas

- Cortar etiquetas, hilos, precintos o bridas

- Reparar gafas, juguetes, electrodomésticos pequeños

- Quitar tornillos flojos o ajustar objetos en casa o el coche

En el trabajo:

- Profesiones como electricistas, técnicos, mecánicos, fotógrafos, carpinteros, etc., encuentran en la multitool una extensión de su mano

- En oficinas también es útil para pequeñas tareas que requieren tijeras, destornillador o cutter

En actividades al aire libre:

- Senderismo, camping, ciclismo, escalada, pesca...

- Cortar cuerda, preparar comida, encender fuego con pedernal (en algunos modelos), arreglar equipamiento

En viajes:

- Reparaciones rápidas de mochilas, maletas o ropa

- Abrir botellas, latas o empaques

- Ajustes rápidos sin necesidad de cargar con un kit completo

¿Qué multitool elegir?

A la hora de elegir tu multitool ideal, ten en cuenta:

- Uso principal: ¿La quieres para el día a día o para actividades más exigentes? Si es para un trabajo muy duro deberías ir a marcas caras tipo Letherman o Victorinox, si el uso va a ser puntual o de poca intensidad puedes optar por Bibury o similares.

- Tamaño y peso: alrededor de 200 gramos es un peso normal en una multitool grande, las más pequeñas son mucho más ligeras pero con menos funcionalidad.

- Herramientas incluidas: Algunas tienen más de 20 funciones, pero puede que solo necesites 5 o 6 bien seleccionadas. Una buena navaja, sierra, limas, destornilladores y una tijera suele ser lo habitual, con el alicate como herramienta principal.

- Mecanismo de apertura y bloqueo: Para mayor seguridad y comodidad asegurate de que tengan bloqueo todas las herramientas.

- Presupuesto: Hay opciones desde los 20€ hasta más de 150€, según marca y calidad

La conexión noruega de un pequeño pueblo burgalés

Enclavado en la comarca burgalesa del Arlanza, Covarrubias parece detenido en el tiempo. Sus calles empedradas, la colegiata gótica y el rumor del río que le da vida guardan un vínculo insólito con la lejana Noruega. La historia se remonta a 1258, cuando la princesa Kristina, hija del rey Haakon IV, viajó a Castilla para casarse con el infante Felipe, hermano de Alfonso X. Cuatro años después, la melancolía y el desarraigo apagaron su vida. Fue enterrada en Covarrubias, en ese rincón castellano que la acogió en sus últimos días. Su tumba, su estatua y, desde 2011, la singular Capilla de San Olav —un templo con aires vikingos— mantienen vivo un puente cultural que, siglos después, inspira un ambicioso plan de futuro: la llamada Conexión Noruega. Que suena a tema mafioso, pero nada más lejos de la realidad.

El proyecto, impulsado por la plataforma local Adoshorasde y presentado oficialmente en 2024 en l’Alfàs del Pi —municipio alicantino con una de las mayores comunidades noruegas fuera de Escandinavia—, busca algo más que visitantes ocasionales. Su objetivo es atraer a dos perfiles clave: el turismo senior, mayores de 55 años dispuestos a disfrutar de largas estancias en un entorno rural con encanto, y los nómadas digitales, profesionales que trabajan en remoto y que valoran la tranquilidad, el patrimonio y la buena conexión a internet. La estrategia combina el relato histórico de la princesa con un programa de experiencias inmersivas: paseos por los Sabinares del Arlanza, rutas culturales, gastronomía de proximidad y un contacto directo con la vida del pueblo. Se trata, en definitiva, de reconectar a Covarrubias con un pasado glorioso para proyectarlo hacia un futuro sostenible.

Pero la ambición del plan no se queda en el turismo. Covarrubias apenas cuenta con 530 habitantes y sufre, como tantos pueblos de la España rural, el riesgo de quedar reducido a un decorado sin vida. La Conexión Noruega pretende que los visitantes acaben echando raíces: ofrecerles facilidades de vivienda, apoyo para integrarse y oportunidades para que su estancia sea algo más que un paréntesis vacacional. No faltan voces escépticas —“¿De verdad vendrán noruegos a pasar frío aquí?”— (no han estado en Noruega en invierno...), pero también crece la convicción de que este vínculo singular es una baza que merece jugarse. Quizá el futuro de Covarrubias no dependa sólo del azar ni de la nostalgia, sino de su capacidad para tejer, con inteligencia y hospitalidad, un nuevo capítulo en esta historia que une Castilla y Noruega desde hace más de siete siglos.


La entrada inicial del hombre murciélago en The Batman (2022) es insuperable

No recuerdo una presentación más impactante y memorable de un superhéroe en la gran pantalla que la aparición de Batman en The Batman (2022), dirigida por Matt Reeves. Desde el primer momento, la atmósfera se impregna de un tono de terror, donde cada paso que antecede a la entrada del personaje está cargado de tensión y misterio. La pausa con la que irrumpe en escena, emergiendo desde las sombras como una figura mitológica, crea una sensación de amenaza inminente que resulta tan hipnótica como intimidante. Su enfrentamiento con la banda callejera no solo es visualmente poderoso, sino también increíblemente verosímil: no vemos a un superhéroe invulnerable, sino a un ser humano letal, determinado y oscuro.

Lo más notable, sin embargo, es que el miedo que genera no se limita a los delincuentes; también alcanza a los inocentes. Batman no es solo un símbolo de justicia, sino también un espectro inquietante, una figura ambigua que inspira tanto esperanza como temor. Esa dualidad emocional, esa mezcla casi imposible de equilibrar entre el héroe y el monstruo, lo convierte en una presencia única dentro del cine de superhéroes. Pocas películas han logrado capturar con tanta precisión y fuerza esa complejidad.




Las diez mejores novelas de Stephen King según ChatGPT

Le he preguntado a chatGPT que me recomiende las 10 mejores obras de Stephen King y esto es lo que me ha dicho, algunas las tengo pendientes de lectura, pero viendo lo que me ha dicho creo que ha acertado de pleno.

1. Carrie (1974)  

La venganza de una marginada  

La primera novela publicada de King, que lo lanzó al estrellato. Narra la historia de Carrie White, una adolescente tímida y maltratada por su madre religiosa y sus compañeros de escuela, que descubre que posee poderes telequinéticos. Un relato sobre el bullying, la represión y la furia acumulada, que mezcla horror psicológico con tragedia adolescente.  

2. El resplandor (The Shining, 1977)  

Locura y fantasmas en las montañas  

Jack Torrance, un escritor alcohólico en rehabilitación, acepta trabajar como cuidador de invierno en el aislado hotel Overlook junto a su familia. Aislados por la nieve, fuerzas sobrenaturales empiezan a ejercer presión sobre Jack… y todo se desmorona. Una historia inquietante sobre la adicción, la familia y la locura, con un equilibrio perfecto entre terror psicológico y paranormal.  


3. It (1986)  

El horror que nunca muere  

En el pueblo de Derry, un grupo de niños enfrenta una entidad ancestral que toma la forma de sus peores miedos, especialmente un payaso llamado Pennywise. Años después, como adultos, deben regresar a acabar lo que dejaron inconcluso. Una de sus novelas más ambiciosas, combina terror, nostalgia y una profunda reflexión sobre el poder del recuerdo y la infancia.  

4. Misery (1987)  

El secuestro de la creatividad  

Paul Sheldon, un escritor famoso, sufre un accidente y despierta en la casa de Annie Wilkes, su “fan número uno”. Pero Annie no está del todo cuerda, y exige que Paul reescriba el final de su última novela. Un thriller claustrofóbico, sin elementos sobrenaturales, que explora la obsesión, el poder y la dependencia entre creador y consumidor.  

5. Los ojos del dragón (The Eyes of the Dragon, 1987)  

Fantasía pura con sello King  

Una rara incursión en la fantasía medieval. El rey ha muerto, su heredero ha sido traicionado, y un mago oscuro llamado Flagg (sí, el de otras novelas de King) manipula los hilos del poder. Escrita originalmente para su hija, esta novela muestra la versatilidad de King y su capacidad para escribir fuera del terror sin perder fuerza narrativa.  

6. La torre oscura III: Las tierras baldías (The Waste Lands, 1991)  

El viaje entre mundos se intensifica  

La tercera entrega de su saga épica La Torre Oscura, que mezcla western, fantasía, ciencia ficción y horror. Roland y sus compañeros siguen su viaje hacia la Torre, enfrentando criaturas, trenes homicidas y misterios temporales. Esta entrega es clave para comprender el corazón del universo de King, donde muchas de sus obras convergen.  

7. El pasillo de la muerte (The Green Mile, 1996)  

Milagros y redención en el corredor de la muerte  

Ambientada en una prisión en los años 30, narra la historia de John Coffey, un recluso afroamericano condenado a muerte, que posee un don sobrenatural. Publicada originalmente como folletín en seis entregas, esta obra es profundamente humana y conmovedora, con tintes de realismo mágico. Inspiró una de las mejores adaptaciones cinematográficas de su obra.  

8. Corazones en la Atlántida (Hearts in Atlantis, 1999)  

La generación marcada por Vietnam  

Más una colección de novelas cortas conectadas que una novela tradicional. A través de distintos personajes, King examina cómo la Guerra de Vietnam y el paso del tiempo moldearon una generación entera. Aquí el horror es más social y emocional que sobrenatural. Una muestra de la madurez literaria de King.  

9. 22/11/63 (11/22/63, 2011)  

¿Y si pudieras evitar el asesinato de Kennedy?  

Un profesor descubre un portal que lo lleva al pasado, con la oportunidad de impedir el asesinato de John F. Kennedy. Pero cambiar la historia tiene un precio. Más thriller histórico que terror, esta novela es una de sus más ambiciosas y emotivas, con una historia de amor inolvidable y una reflexión sobre el peso del destino.  

10. Billy Summers (2021)  

Un asesino con conciencia y una historia que contar  

Billy es un francotirador retirado que acepta un último trabajo. Pero es también un hombre culto, que escribe en secreto su autobiografía mientras espera que el plan se desarrolle. Mezclando novela negra con redención personal, es uno de los libros más sólidos y reflexivos de su etapa reciente, sin elementos sobrenaturales, pero con el sello narrativo de King en cada página.

The McDonaldization of Society de George Ritzer

En esta obra el autor describió perfectamente el proceso de deshumanización que supone el avance imparable y autodestructivo del libre mercado y de la optimización máxima de los procesos económicos: en aras de "racionalizar" la producción e incrementar la "eficiencia", se produce una deshumanización de la economía. Un libro de 1993 que ya anunciaba lo que nos está pasando en 2025. Ritzer define la McDonaldización como la extensión de los principios de las cadenas de comida rápida a otros sectores de la sociedad. Estos principios incluyen eficiencia, calculabilidad, predictibilidad y control. Según Ritzer, este modelo se ha convertido en un paradigma organizativo global, transformando no solo negocios, sino también la educación, el trabajo, la salud y la cultura. Es decir:

Eficiencia:

   - La búsqueda de métodos rápidos y sencillos para alcanzar un objetivo.

   - Ejemplo: En una cadena de comida rápida, los clientes ordenan, pagan y reciben su comida de manera expedita.

Calculabilidad:

   - Enfocarse en la cantidad (rápida producción y consumo) sobre la calidad.

   - Ejemplo: Se priorizan números grandes (como porciones grandes o precios bajos) en lugar de experiencias más complejas o personalizadas.

Predictibilidad:

   - Estandarización de productos y servicios para que sean iguales en cualquier lugar del mundo.

   - Ejemplo: Un Big Mac sabe igual (de mal) en Nueva York y en Tokio.

Control:

   - Sustitución de las habilidades humanas por tecnología o sistemas rígidos para garantizar uniformidad y minimizar errores.

   - Ejemplo: Uso de máquinas en lugar de empleados para tareas repetitivas.

En este último apartado, "el control", se aprecia la deshumanización, podemos comprar un producto sin dirigir una palabra ni una mirada a otro ser humano. Esto ha aumentado especialmente en los últimos años: compra online con depósito del producto en taquillas automatizadas o compra en un supermercado en el que el propio cliente se cobra los productos en una dichosa maquinita.

The McDonaldization of Society es una crítica al impacto de la racionalización extrema en la vida moderna. Si bien el autor reconoce que la McDonaldización puede mejorar la eficiencia y accesibilidad de bienes y servicios, Ritzer advierte sobre sus peligros, como la pérdida de diversidad cultural, la deshumanización y la disminución de la calidad de vida. Su obra invita a reflexionar sobre cómo equilibrar las ventajas de la racionalización con la necesidad de preservar la humanidad, la creatividad y la diversidad. Una obra imprescindible para los amantes de la economía y de la sociología.

Escena eliminada de The Batman (2022). Un joker terrorífico

En breve haré una reseña sobre The Batman [2022] de Matt Reeves, la que es hasta la fecha la mejor adaptación al cine de este superhéroe. De momento dejo por aquí una escena eliminada de la película que rueda por YouTube y que denota el talento a la hora de entender lo que es el universo de este superhéroe.



El fin de los globos de plata: el último vuelo del Hindenburg

En la primavera de 1937, el mundo parecía caminar por la cuerda floja del tiempo. Europa era un continente que respiraba con ansiedad: el fascismo avanzaba en Italia y Alemania, la Guerra Civil devastaba España, y el eco del crac del 29 todavía resonaba en los Estados Unidos. La ciencia, sin embargo, parecía marchar al compás de un progreso sin freno. En los cielos, grandes titanes de aluminio y seda se deslizaban majestuosos sobre continentes y océanos. El más célebre de todos era el LZ 129 Hindenburg, orgullo del Tercer Reich y emblema flotante de una era que aún creía en la elegancia del aire.

Este zepelín no era sólo una máquina voladora. Era un símbolo: de lujo, de poder, de modernidad. Medía más de 245 metros de longitud —más que tres Boeing 747 en fila— y estaba impulsado por cuatro motores diésel Maybach que lo transportaban a velocidades cercanas a los 130 km/h. Su capacidad para cruzar el Atlántico en apenas tres días lo hacía la alternativa más rápida —y glamurosa— a los trasatlánticos de vapor. En sus entrañas no había filas de asientos estrechos, sino camarotes privados, salones con pianolas, comedores con vajilla de porcelana, y hasta un salón para fumadores, herméticamente sellado, en medio de una nave llena de hidrógeno.

La ingeniería del Hindenburg combinaba estructura rígida de aluminio, recubierta por una piel de algodón y celuloide, y compartimentos de gas divididos por celdas internas. Aunque el plan inicial era usar helio, las tensiones entre Alemania y Estados Unidos impidieron su venta, por lo que se utilizó hidrógeno, altamente inflamable, pero mucho más ligero y barato.

Operado por la Deutsche Zeppelin-Reederei, el Hindenburg era una maravilla tecnológica y un vehículo propagandístico. Con él, el régimen nazi sobrevoló ciudades y eventos, como los Juegos Olímpicos de Berlín, esparciendo panfletos e imágenes de un poder aéreo sereno, elegante y casi futurista. Sin embargo, su ruta más famosa era la transatlántica: Frankfurt a Lakehurst, Nueva Jersey. Un viaje reservado para las élites, pero que comenzaba a hacerse habitual.

Fue precisamente esa ruta la que marcaría su destino final.

El vuelo de mayo

El 3 de mayo de 1937, el Hindenburg despegó de Frankfurt con 97 personas a bordo —36 pasajeros y 61 miembros de tripulación— rumbo a su primer vuelo trasatlántico de la temporada. Había expectativas y entusiasmo: se esperaban más de diez viajes hacia América ese año, y este era sólo el comienzo. A bordo viajaban empresarios, periodistas, turistas acomodados y varios miembros de la tripulación aún en formación.

El cruce del océano fue, en términos generales, tranquilo. Aunque los fuertes vientos de primavera retrasaron ligeramente su llegada, el zepelín se mantenía firme. Desde sus ventanales los pasajeros observaban el Atlántico y el avance majestuoso sobre el continente americano. Muchos escribieron cartas durante el trayecto, y algunas llegaron a enviarse desde el propio dirigible en paradas intermedias.

Fue el 6 de mayo cuando la nave se aproximó a su destino final: la base aérea de Lakehurst, en Nueva Jersey. Eran las siete de la tarde. El cielo estaba cubierto, pero no tormentoso. Se trataba de una maniobra rutinaria: los dirigibles descendían mientras lanzaban cuerdas de amarre, ayudados por tripulantes en tierra. Pero ese día, la historia no seguiría el guion esperado.

Un instante para la eternidad

Mientras la tripulación preparaba el descenso, algo cambió en el aire. Se registraron pequeñas variaciones en la dirección del viento, lo que obligó a reajustar la maniobra. Algunos testigos afirmaron haber visto un resplandor en la parte trasera de la nave, otros escucharon un crujido seco, como una chispa de electricidad. Y entonces, sin previo aviso, estalló el infierno. Una llamarada surgió de la parte superior de la cola y, en cuestión de segundos, el fuego se extendió como una cascada furiosa a lo largo del fuselaje. El hidrógeno, al contacto con el oxígeno y posiblemente con una chispa electrostática, convirtió al majestuoso coloso en una antorcha de 245 metros de largo. El descenso lento previsto se transformó en una caída precipitada, envuelta en fuego, gritos y confusión.

En apenas 34 segundos, el zepelín se consumió casi por completo. Algunos pasajeros saltaron desde las ventanas, arriesgando piernas rotas por evitar una muerte ardiente. Otros fueron rescatados por la tripulación o arrojados por la explosión lejos de las llamas. Murieron 36 personas, incluyendo un trabajador de tierra. La mayoría de los sobrevivientes quedaron con quemaduras o traumas graves, aunque milagrosamente más de la mitad se salvó.

En tierra, el periodista Herbert Morrison transmitía en vivo para la radio WLS de Chicago. Su narración desgarradora —“Oh, the humanity!”— se convertiría en una de las frases más recordadas del siglo XX. La tragedia fue recogida en imágenes fotográficas y cinematográficas que recorrieron el mundo con una inmediatez sin precedentes. Era la primera catástrofe aérea globalmente televisada.

Teorías, causas y consecuencias

¿Qué causó realmente el desastre del Hindenburg? Hasta el día de hoy, la respuesta sigue siendo objeto de debate. La teoría más aceptada apunta a una chispa electrostática, generada por una tormenta eléctrica lejana o por fricción durante la maniobra de amarre. La chispa habría prendido una fuga de hidrógeno en la parte trasera, posiblemente causada por daños en una válvula o por fatiga del material.

Otra hipótesis sugiere que el recubrimiento del zepelín, hecho con materiales similares a los de los fuegos artificiales (aluminio pulverizado y óxido de hierro), podría haber contribuido a la rápida propagación del incendio. También hubo teorías más conspirativas —sabotaje, ataque extranjero, fallos de diseño deliberadamente ocultos— pero ninguna logró sostenerse con pruebas concluyentes.

Lo cierto es que el accidente marcó el fin de la era de los dirigibles. Aunque se intentó mantener en vuelo al Graf Zeppelin II, el prestigio de los zepelines se había desplomado. La imagen del coloso ardiente sobre Nueva Jersey quedó grabada a fuego en la memoria colectiva. La opinión pública ya no podía confiar en esas naves, por muy lujosas o modernas que parecieran.

Al mismo tiempo, la aviación con alas fijas —los aviones— empezaba a consolidarse como el transporte del futuro. Más rápidos, más pequeños y, en muchos casos, más seguros. Lo que fue el símbolo del futuro se convirtió, casi de inmediato, en una reliquia del pasado.

El legado del desastre

El accidente del Hindenburg no fue solo una tragedia aérea; fue un acontecimiento que redefinió los límites de la modernidad, la seguridad y la confianza tecnológica. Representó, en cierto modo, el final de una visión romántica del aire: los vuelos lentos, elevados, silenciosos, que surcaban los cielos como naves de un mundo mejor. También supuso un duro golpe para la propaganda nazi. El Hindenburg era no solo un medio de transporte, sino un emblema nacional. Su destrucción, retransmitida por todos los medios internacionales, empañó la imagen de eficiencia y dominio que el Tercer Reich buscaba proyectar. Pocos meses después, los recursos se volcaron en la aviación militar, y el sueño de los dirigibles quedó relegado a los libros de historia.

Hoy, el nombre Hindenburg resuena más por su tragedia que por sus logros. Su historia es enseñada en escuelas de ingeniería y comunicación, analizada en documentales y reconstruida en museos. Su huella perdura no por haber llevado a cientos de pasajeros a través del Atlántico, sino por haber enseñado, con crudeza, los límites del progreso cuando se ignora el riesgo.

A veces, la historia no se escribe con tinta, sino con fuego.




El fragging en Vietnam o cuando los soldados se cansaban de ser carne de cañón

En el crudo escenario de la Guerra de Vietnam, entre la humedad sofocante de la selva y la niebla moral que envolvía aquella contienda, surgió un fenómeno que rompía incluso los códigos no escritos del combate: el fragging. Este término, derivado del uso de granadas de fragmentación (fragmentation grenades), hace referencia al asesinato deliberado de oficiales o suboficiales por parte de sus propios soldados, generalmente mediante el lanzamiento de una granada en condiciones que simulaban un accidente de guerra. En ocasiones, los soldados dejaban una anilla de una granada en la almohada del teniente unos días antes como aviso previo. Aunque se dieron casos aislados en otros conflictos, fue en Vietnam donde esta práctica se volvió particularmente significativa, al punto de adquirir un nombre propio y generar preocupación entre las altas esferas militares. No se trataba de actos de locura momentánea ni de enfrentamientos espontáneos: el fragging respondía, muchas veces, a una protesta silenciosa y desesperada contra la autoridad, la injusticia percibida o la sensación de estar siendo conducidos al matadero por superiores incompetentes o indiferentes. En un conflicto en el que las líneas entre el bien y el mal, entre el enemigo y el aliado, estaban borrosas, esta forma de violencia interna parecía encarnar la descomposición moral que vivía el ejército estadounidense.

Para comprender el fragging, hay que considerar el contexto particular de Vietnam: una guerra larga, impopular, televisada y profundamente divisiva en el seno de la sociedad estadounidense. Muchos de los soldados que fueron enviados a combatir no eran voluntarios, sino reclutas jóvenes, a menudo de clases bajas y minorías étnicas, que no compartían ni el entusiasmo ni los objetivos de la oficialidad. A esto se sumaban oficiales jóvenes, recién salidos de academias, que buscaban ascensos rápidos con tácticas agresivas, midiendo su éxito en número de bajas enemigas más que en la seguridad de sus hombres. En este caldo de cultivo, algunos soldados comenzaron a ver a sus superiores no como líderes, sino como amenazas directas a su supervivencia. Todo teniendo debe proteger la vida de sus soldados, sin arriesgar sus vidas de forma imprudente. Por tanto, no era raro que, tras una misión particularmente suicida, surgiera un rumor entre las filas: "a ese teniente hay que pararlo". Y si la cadena de mando no ofrecía una vía legítima de protesta, algunos tomaban la decisión extrema de eliminar al oficial, generalmente mediante una granada lanzada en medio de la noche. El carácter anónimo de este acto —facilitado por el entorno confuso del combate— hizo que muchas veces los responsables nunca fueran identificados. El fragging se convirtió en un secreto a voces, una advertencia flotante para los mandos que insistían en ignorar el estado emocional de sus tropas.

No existen cifras absolutamente precisas, pero las estimaciones sugieren que hubo cientos de intentos de fragging durante la guerra de Vietnam, y decenas de oficiales y suboficiales murieron de esta manera. El fenómeno tuvo un impacto real sobre la disciplina y la forma de liderar: muchos oficiales, temiendo por sus vidas, empezaron a moderar sus órdenes, a no presionar demasiado, incluso a dormir lejos de las tropas o con protección especial. Se generó una tensión interna que deterioró aún más la eficacia del ejército y alimentó la desconfianza. El alto mando sabía que el problema existía, pero en lugar de atajarlo desde su raíz —la falta de legitimidad del conflicto, la desconexión entre los soldados y los objetivos políticos, el trato desigual dentro del ejército—, lo manejaron con silencio y contención burocrática. Al final, el fragging fue un síntoma extremo de un conflicto que, en su fase final, parecía más una descomposición que una guerra. No se trataba solo de matar al enemigo: era una forma de rechazar una autoridad que ya no merecía obediencia, de recuperar una mínima dignidad, aunque fuera a través de la violencia. En este sentido, el fragging no solo refleja la brutalidad del combate, sino también el colapso de los principios que se suponía justificaban aquella lucha.



Una piedra del acueducto de Segovia

Era un día cualquiera en Segovia, esa joya romana de granito eterno, cuando un vecino —al que cariñosamente imaginamos como un Quijote moderno— sintió que el acueducto estaba siendo ignorado, tal vez abandonado a su suerte. No encontró pancartas, ni manifestaciones, ni siquiera una nota de voz lamentándose en WhatsApp. Pero sí una piedra. Una sola piedra —un sillar de 17,3 kilos con medidas generosas: 25 × 22 × 15 cm— que, según su versión, llevaba allí, temblorosa y olvidada, “soltándose” con el paso del tiempo. Supuestamente abandonada a su suerte y lista para ser recogida por manos preocupadas.

Así que, armado con la mejor de las intenciones (eso afirmaba), decidió arrancarla o recogerla, como quien arranca una espina molesta, y llevársela a casa. “Si no lo hacía yo, probablemente alguien menos preocupado —un turista con selfie en mano— la habría pateado o encajado en su bolso, ¿no?”. En su mente, aquella piedra era un símbolo: una protesta con peso —literal y figurado—, una llamada de atención sobre un monumento patrimonial que fingía estar en silencio. Entonces, desplegó su plan maestro: subasta en redes sociales. Precio de salida: 1.000 €. Prometía donar lo recaudado. Para él, era un acto lírico, profundamente altruista, casi heroico.

Pero en la vida real, los monumentos no aceptan interpretaciones poéticas sin consecuencias. Las autoridades tienen ojos cuando les interesa y también papeles oficiales, y ellas sabían exactamente qué piedra era, dónde estaba y lo que se hace —o no— con ella. Enseguida dejaron caer el martillo del derecho: esa piedra no se había caído del acueducto, sino que había sido arrancada. Un acto imperdonable para nuestras autoridades que vigilan y cuidan escrupulosamente todo nuestro patrimonio, sin dejar perder nunca una iglesia románica o un pequeño puente medieval. Además, no pertenecía al acueducto como tal, sino a un muro de mampostería adosado en la plaza de Avendaño —otra parte del patrimonio, sí, pero con su posición perfectamente documentada en los largos registros burocráticos.

Así se inició un sainete legal. Esos espectáculos dantescos, en los que leguleyos con dificultades para la redacción de un castellano entendible por los simples mortales hacen su trabajo. El Ayuntamiento de Segovia, con aplomo y sin desviar la mirada de ese legado romano, presentó denuncia ante la Fiscalía. Esa Fiscalía de moral intachable que alejada de toda sospecha delictiva indica a otros mortales sus graves pecados contra los diez mandamientos del Estado. También avisó a la Junta de Castilla y León, que abrió diligencias por posible delito contra el patrimonio histórico. El actor protagonista del episodio devolvió la piedra —para evitar más chispas— y el Museo Provincial quedó encargado de custodiarla y, ojalá, devolverla a su lugar en el futuro. Pero el escándalo ya estaba servido: no es cualquier afrenta coger lo que no es tuyo, ni subastarlo como si fuera mercadillo. Ahora, la piedra -casi como un objeto sagrado, un ídolo de oro, un becerro dorado- descansa en un museo polvoriento, tranquila, esperando a que el tiempo la desgaste y la convierta en polvo.

La narrativa podría parecer tragicómica, pero no carece de matices humanos. Al vecino le escucharon, incluso antes de todo este embrollo, quejándose en programas televisivos de que no había placas que prohibieran apoyar la espalda en los sillares; que faltaban bolardos que detuviesen el tráfico demasiado cercano; que el famoso acueducto vivía sin protección real, rodeado de coches y turistas despreocupados. “Llevamos años sin señalización ni bolardos”, protestaba; “pues yo voy y la cojo, y en el proceso hago ruido, llamo la atención”, se dijo, con ese tipo de lógica que solo entiende quien se siente silencioso frente al monumento.

El Ayuntamiento, en cambio, no necesitó tambores ni subastas. En su versión, el acueducto está bajo vigilancia constante, perfectamente protegido. De hecho, varios legionarios romanos -ya entrados en años y sin suficientes años cotizados a la Seguridad Social- hacen las labores de dura vigilancia, no permitiendo que ningún vándalo altere la paz romana. Sabían exactamente dónde estaban todas las piedras, su posición y hasta su estado de ánimo. Y con voz solemne —pero firme— respondieron: “No toleramos que nadie toque, arranque ni se lleve piedras”. Heredaron siglos de vigilancia arqueológica, y no iban a ceder ante un intento de dramatismo viral.

Desde un enfoque literario, la escena parece sacada de un relato surrealista: un vecino-custodio del pasado que sacrifica una pieza del tiempo para encender las luces del presente; autoridades vigilantes que responden con leyes y expedientes. Una especie de poema visual que mezcla peticiones por el patrimonio, redes sociales, frikis justicieros y protocolos burocráticos. Todo ello con el telón de fondo del acueducto, ese gigante milenario de 1.900 años, que ha sobrevivido a imperios, guerras y el paso del automóvil… pero tal vez no a un segoviano con demasiada prisa por hacerse oír ni a una administración con bastante poca capacidad de reacción.

Si estuviéramos escribiendo una comedia tragicómica, este episodio sería el acto central: el momento en que el bien común y el patrimonio chocan con la espontaneidad bien intencionada de alguien que, con aire de Robin Hood local, quiso subastar cultura para salvarla. El problema, claro, es que en la realidad no hay risas cuando lo que subasta es historia. Pero qué oportunidad literaria nos dio: una piedra de granito que viajó de la piedra al meme, del muro al museo, de la acción impulsiva al interrogatorio judicial. Todo en menos de lo que canta un gallo… o de lo que tarda una piedra en moverse del sitio.

Y ahora, lector, amigo curioso, aquí tienes una historia, con un toque de retranca, un eco de humor irónico, pero sobre todo un recordatorio firme: nuestras piedras más duras, esas que caminamos sin ver, merecen más cuidado que un post en redes. Porque el verdadero monumento está en la convivencia entre historia y sentido común… y no en quien se lleva algo sin preguntar.

Stephen King: entre lo cotidiano y lo oscuro

Stephen King no es solo un nombre. Es un territorio literario vasto, una marca grabada a fuego en la cultura popular, y un fenómeno que ha sabido transitar, con naturalidad asombrosa, entre el horror más visceral y los dramas profundamente humanos. Con más de 60 novelas publicadas y cientos de cuentos, King ha construido un universo donde lo extraordinario acecha en cada rincón de lo cotidiano, y donde el miedo tiene múltiples formas: sobrenaturales, sí, pero también emocionales, psicológicas y, sobre todo, humanas. Un escritor cuyas obras muestran una gran personalidad.

Un niño silencioso con una imaginación peligrosa  

Stephen Edwin King nació el 21 de septiembre de 1947, en Portland, Maine. Su vida empezó marcada por el abandono: su padre, Donald King, un vendedor ambulante, desapareció cuando Stephen tenía apenas dos años. Su madre, Nellie Ruth Pillsbury, se convirtió en el pilar de la familia, criando sola a Stephen y a su hermano mayor adoptivo, David, en condiciones económicas duras. De esos años surgiría uno de los temas recurrentes de la obra de King: la infancia vulnerable enfrentada a fuerzas que la superan.  

La lectura fue su refugio. Descubrió temprano a autores como H.P. Lovecraft y Ray Bradbury, y se convirtió en un devorador de cómics, revistas pulp y películas de terror. A los siete años ya escribía sus propios cuentos, y poco después empezó a vender historias a sus compañeros de escuela, hasta que un maestro lo obligó a detenerse. Pero King ya había sentido la llamada de la literatura, y no lo dejaría de lado.  

Primeros pasos entre la precariedad y la vocación  

En la Universidad de Maine, donde estudió filología, King conoció a Tabitha Spruce, quien se convertiría en su esposa, compañera de vida y gran sostén creativo. La pareja se casó en 1971, poco después de que King se graduara. Por entonces, trabajaba como profesor de secundaria y en empleos ocasionales, desde lavacoches hasta bibliotecario, mientras escribía por las noches en una pequeña habitación o incluso en el lavadero de su casa.  

En 1973, ocurrió el primer gran hito: vendió su primera novela, Carrie, a la editorial Doubleday. Curiosamente, había tirado el manuscrito a la basura tras considerarlo un fracaso. Fue Tabitha quien lo rescató y lo animó a terminarlo. El libro —la historia de una adolescente telequinética que se venga de sus abusadores— fue un éxito inmediato. Cuando los derechos para una edición de bolsillo se vendieron por 400.000 dólares, la vida de los King cambió para siempre.  

La década prodigiosa y los demonios interiores  

Lo que siguió fue una serie de éxitos que convirtieron a Stephen King en una figura omnipresente en las librerías y, poco después, en Hollywood. El resplandor (1977), Salem’s Lot (1975), La zona muerta (1979), Cujo (1981) e It (1986) son solo algunos ejemplos de una producción vertiginosa, casi sobrehumana. King escribía a diario, incluso en cumpleaños y vacaciones. Su método era claro: disciplina, constancia y el convencimiento de que el talento sin trabajo no vale nada.  


Pero mientras sus libros se vendían por millones y se convertían en películas icónicas, como Carrie (1976) de Brian De Palma o The Shining (1980) de Stanley Kubrick, King luchaba con sus propios fantasmas. El alcohol y las drogas formaban parte de su rutina. Durante años escribió bajo los efectos de la cocaína o el alcohol, convencido de que necesitaba esos estímulos para producir. En una etapa especialmente oscura, asegura no recordar haber escrito algunos libros, como Cujo.  

Fue nuevamente Tabitha quien intervino, organizando una especie de “intervención” familiar que lo forzó a enfrentarse a su adicción. King aceptó el desafío y, desde fines de los años 80, ha estado sobrio. Esa etapa marcó un cambio profundo, no solo en su vida personal, sino también en su narrativa, que comenzó a explorar más abiertamente la fragilidad humana, la redención y la memoria.  

Más allá del terror: un narrador universal  

Aunque Stephen King es sinónimo de horror, su obra va mucho más allá. Sus libros más queridos por críticos y lectores muchas veces no pertenecen estrictamente al género de terror. The Body, la novela corta que inspiró la película Stand by Me (1986), es un canto a la amistad y la melancolía del paso del tiempo. Rita Hayworth and Shawshank Redemption —adaptada como The Shawshank Redemption en 1994— es un relato sobre la esperanza, la injusticia y la libertad. Ambas muestran que King tiene un don raro: sabe contar historias que se sienten cercanas, aunque hablen de monstruos —reales o metafóricos—.  

También ha escrito bajo el seudónimo de Richard Bachman, como un experimento para ver si sus libros venderían sin su nombre. Entre los títulos más notables de esa etapa está The Long Walk, una distopía con ecos de Battle Royale y Los juegos del hambre. El descubrimiento de su alter ego por parte del público no arruinó el juego, sino que le sumó otra capa de mito.  

El accidente y el renacimiento  

En 1999, King fue atropellado por una camioneta mientras caminaba por una carretera en Maine. El accidente fue grave: múltiples fracturas, un pulmón colapsado, y un largo proceso de recuperación. Durante ese tiempo, contempló la posibilidad de dejar de escribir. Sin embargo, el trauma físico y emocional acabó por reforzar su impulso creativo. Escribió Sobre la escritura (2000), una suerte de autobiografía y manual de estilo donde revela sus procesos, sus dudas y su amor absoluto por el oficio.  

A partir de entonces, King entró en una madurez literaria marcada por obras introspectivas como Lisey's Story (2006), 11/22/63 (2011), o la trilogía de Bill Hodges, que mezcla el thriller policíaco con el drama existencial. Su escritura se volvió más contenida, pero no menos poderosa. Sigue explorando los miedos universales, aunque ahora con la perspectiva de alguien que ha sobrevivido al dolor y ha aprendido a mirar el mundo con otra luz.  

Un legado vivo

Stephen King no es solo un autor prolífico: es una figura central en la cultura contemporánea. Ha influido a generaciones de escritores —desde Neil Gaiman hasta Gillian Flynn— y su huella está presente en el cine, la televisión, los cómics e incluso los videojuegos. It, Pet Sematary, Doctor Sleep, The Outsider, Castle Rock y tantas otras adaptaciones han mantenido su obra en la conversación pública, generación tras generación.  

Y no ha dejado de escribir. A sus más de 75 años, King sigue publicando, experimentando, opinando sobre política, y manteniendo una relación cercana con sus lectores a través de redes sociales y apariciones públicas. Lejos del estereotipo del autor recluso, se muestra como un hombre lúcido, irónico y comprometido.  

El corazón del miedo (y del amor)  

¿Qué hace de Stephen King un autor tan querido, más allá del miedo? Su secreto no está solo en la creación de terrores sobrenaturales, sino en su capacidad para retratar la humanidad en sus formas más crudas y tiernas. Escribe sobre niños solitarios, adultos rotos, comunidades marcadas por la pérdida o la violencia, pero también sobre el amor, la amistad, el perdón y la lucha por seguir adelante.  

En su mundo, el horror no es solo un monstruo que acecha bajo la cama, sino una metáfora del dolor real: la muerte de un hijo, la violencia doméstica, la adicción, el abuso, el abandono. Y a pesar de todo, King siempre deja una grieta por donde entra la luz. Sus personajes —y sus lectores— saben que incluso en los lugares más oscuros hay una salida.

El placer de viajar se encuentra en el camino

En esta era de inmediatez —de trenes de alta velocidad y de imágenes que se evaporan en segundos por las redes sociales—, todo viaje parece estar condenado a durar lo mínimo imprescindible. Pero nada más lejos de la verdad. Viajar sin prisa, deteniéndose en los pueblos, recorriendo paisajes con calma y conversando con quienes los habitan, abre la mente y transforma un simple desplazamiento en una experiencia verdaderamente enriquecedora. Disfruten del camino.

Las Formas Esenciales de la Vida Religiosa de Émile Durkheim

"No hay ninguna sociedad que no sienta la necesidad de defender y reafirmar a intervalos regulares los sentimientos colectivos e ideas colectivas que le confieren su unidad y su carácter"

¿Cuál fue el arma más utilizada por el ejercito de los Estados Unidos en la Guerra de Vietnam?

Todos los aficionados al cine hemos visto alguna película ambientada en la Guerra del Vietnam. En ella vemos a los soldados useños con un rifle que tiene una especie de asidero en la parte superior. En realidad se trata del fusil de asalto M16, que fue el arma más utilizada por el ejército de Estados Unidos en la Guerra de Vietnam.

M16A1 en la parte superior
Originalmente, en los primeros compases del conflicto (principios de los años 60), muchas tropas estadounidenses aún portaban el M14, un fusil más largo, pesado y con munición 7,62×51 mm OTAN. Sin embargo, el M14 resultaba poco adecuado para la guerra en la jungla: su peso, retroceso y longitud lo hacían difícil de manejar en combate cerrado.

A partir de 1965‑1966, el M16, de calibre 5,56×45 mm, fue adoptado de forma masiva por el ejército y los marines. Era más ligero, permitía llevar más munición y tenía una cadencia de fuego elevada, lo que lo hacía más adecuado para enfrentamientos rápidos y a corta distancia. Aunque en sus primeros años en Vietnam sufrió problemas graves de fiabilidad (atascos, corrosión por falta de mantenimiento adecuado y por la pólvora utilizada), estos fallos se corrigieron en versiones posteriores como el M16A1, que terminó siendo el fusil estándar hasta el final de la guerra.

El fusil M14, utilizado en los primeros compases de la Guerra de Vietnam

Su origen se remonta a finales de los años 50, cuando la compañía Armalite desarrolló el AR‑15, un fusil ligero y automático diseñado por Eugene Stoner. El ejército estadounidense buscaba sustituir al M14 por un arma más ligera, con menor retroceso y capaz de disparar un calibre de alta velocidad (small caliber high velocity, SCHV) para facilitar el control en fuego automático. El AR‑15 fue adquirido por Colt, que lo adaptó a las especificaciones militares, resultando en el M16. Utilizaba cartuchos de 5,56×45 mm —más pequeños que los tradicionales 7,62×51 mm OTAN— lo que permitía a los soldados transportar más munición y realizar ráfagas más controladas, algo crucial en combate en selva y a corta distancia.

Soldados de Vietnam del Sur con el M16
El M16 fue introducido de forma generalizada en Vietnam a partir de 1965, pero su debut estuvo plagado de problemas. El ejército lo promocionó como “arma que no necesitaba limpieza frecuente”, lo cual era falso. Además, por razones logísticas, se cambió la pólvora sin modificar el diseño, lo que provocaba acumulación de residuos y atascos frecuentes, especialmente en la humedad y el barro de la jungla. Las tropas se quejaban de bloqueos letales en mitad del combate. Esto llevó a que a finales de 1967 se introdujera el M16A1, con un sistema de cromado en la recámara y el cañón, cambios en el mecanismo y la instrucción obligatoria de limpieza con kits de mantenimiento ocultos en la culata.

A partir de ahí, el M16A1 ganó una reputación mucho más fiable y se convirtió en el fusil estándar de la infantería estadounidense. Su ligereza (menos de 3,5 kg descargado), precisión y control en fuego automático hicieron que reemplazara completamente al M14 en la mayor parte de las unidades de combate. Con el tiempo, derivó en versiones más modernas como el M16A2, M16A3 y M16A4, y en la familia de carabinas M4 que aún hoy siguen en servicio. En la Guerra de Vietnam, pese a sus inicios problemáticos, el M16 acabó siendo el arma más utilizada y simbólica de las fuerzas estadounidenses, además de un referente en el cambio de paradigma hacia fusiles de calibre intermedio y gran cadencia de fuego.

En la guerra fría el fusil M16 fue el símbolo del bando capitalista frente al famoso fusil de asalto AK-47 del bando socialista.

Algunas de las películas donde aparece el famoso fusil:

🎬 1. Platoon (1986, Oliver Stone)
Probablemente una de las representaciones más icónicas de Vietnam. Muestra con bastante realismo el M16A1 en combate en la jungla, junto con M60 y M79. Los protagonistas, como Charlie Sheen y Willem Dafoe, portan el M16 en la mayoría de escenas.

🎬 2. Full Metal Jacket (La Chaqueta Metálica, 1987, Stanley Kubrick)
En la segunda mitad de la película, ambientada en la ofensiva del Tet (1968), la unidad de marines combate en Hue con M16A1. Es muy visible en las secuencias urbanas, combinado con armas como la M60 y la escopeta Ithaca 37.

🎬 3. We Were Soldiers (Cuando éramos soldados, 2002, Randall Wallace)
Basada en la batalla de Ia Drang (1965), muestra los primeros despliegues masivos del M16 en Vietnam. Refleja los problemas iniciales de fiabilidad, ya que históricamente ocurrió en esos años.

🎬 4. Hamburger Hill (La colina de la hamburguesa, 1987, John Irvin)
Retrata el asalto estadounidense a la colina 937 en 1969. El M16A1 es el fusil principal de la unidad, y la película enfatiza el combate intenso y las condiciones extremas.

🎬 5. The Green Berets (Boinas verdes, 1968, John Wayne)
Aunque más propagandística y menos realista, fue de las primeras películas en mostrar el M16 durante la guerra, ya que se rodó en plena contienda. Fue una película de propaganda por parte de John Wayne, que no piso un frente de guerra en su vida. De haberlo hecho no hubiera filmado esta película.....

🎬 6. Apocalypse Now (1979, Francis Ford Coppola)

En varias escenas se ven soldados y oficiales armados con M16, especialmente en la parte inicial del viaje por el río.

Willem Dafoe portando un M16 en Platoon (1986)


Nadie quiere vivir en Montana, bueno, casi nadie

Montana es un estado useño inmenso, casi del tamaño de toda Alemania, pero con una población que apenas sobrepasa el millón de habitantes. Se extiende en un mosaico de montañas ásperas, praderas interminables y valles que parecen pintados con una paleta fría, donde el verde se alterna con tonos pardos y dorados. Sus cielos, inmensos y limpios, justifican el apodo de Big Sky Country. En las postales, Montana luce como el último territorio libre de América: un lugar para perderse, para vivir lejos del ruido y la congestión. Pero esa belleza agreste es también su condena. Más allá de sus parques nacionales y su atractivo para el turista ocasional, el estado sigue siendo uno de los rincones más despoblados de Estados Unidos. Para hacerse una idea, su densidad de población (2,7 habitantes por kilómetros cuadrado) es incluso inferior a la de la provincia de Soria (8.7), en España, célebre por su despoblación crónica. Montana no es, ni nunca ha sido, un lugar pensado para concentrar multitudes.

Las razones de esta soledad son muchas y, sobre todo, persistentes. El clima es quizás la primera barrera: inviernos largos, fríos extremos que desploman el termómetro muy por debajo de los veinte grados bajo cero, y nevadas capaces de aislar comunidades enteras durante semanas. Incluso en verano, las noches pueden ser frías y las tormentas repentinas, con granizo o lluvias torrenciales. La meteorología dicta el ritmo de la vida y condiciona cualquier actividad económica. A esto se suma un aislamiento geográfico que impone su propia ley: vastas distancias entre pueblos, carreteras que desaparecen bajo tormentas de nieve, trenes que no llegan a todas partes y aeropuertos escasos. Las comunicaciones no son solo físicas; el acceso a servicios básicos también es limitado. Los hospitales son pocos y están concentrados en unas cuantas ciudades; la educación superior exige mudanzas o largos desplazamientos; el comercio y el ocio dependen de trayectos que en otros lugares se considerarían absurdos para algo tan simple como ir al cine o a una tienda especializada.

Paradójicamente, la vida no es barata. La vivienda se ha encarecido en los últimos años, impulsada por compradores de fuera —jubilados, trabajadores remotos o personas que buscan segundas residencias— y por una oferta limitada. Un rancho modesto o una casa en una pequeña localidad pueden costar tanto como un piso en ciudades medianas de otros estados, mientras que los salarios se mantienen modestos, ligados a sectores como la ganadería, la minería o el turismo estacional. En lugares como Bozeman o Missoula, la presión inmobiliaria ha expulsado a familias locales hacia las afueras o a condados más baratos. El resultado es un paisaje socioeconómico donde la paradoja se hace evidente: abundancia de espacio, pero escasez de oportunidades y de vivienda asequible.

La historia de Montana ayuda a entender este presente. Desde finales del siglo XIX, el territorio fue pensado como un espacio para explotaciones extensivas: minas de cobre, plata y oro; grandes ranchos de ganado; cultivos de cereal que necesitaban hectáreas y hectáreas de terreno llano. La lógica económica favoreció a los propietarios de enormes extensiones y desincentivó la creación de ciudades densas. La llegada del ferrocarril no cambió esa dinámica: en lugar de propiciar el asentamiento masivo, sirvió para extraer recursos y transportarlos fuera del estado. En las primeras décadas del siglo XX, la fiebre del cobre en Butte o la expansión ganadera atrajeron a inmigrantes, pero la bonanza fue breve y localizada. Cuando las minas cerraron o el precio del ganado cayó, miles se marcharon.

Incluso hoy, buena parte de la población vive dispersa en granjas, ranchos o pequeñas comunidades de menos de mil habitantes. Las urbes, pocas y modestas, no han crecido lo suficiente como para atraer industria o generar un mercado laboral diverso. Helena, la capital, no llega a 40.000 habitantes. Billings, la mayor ciudad, apenas supera los 120.000. El resto son núcleos que sobreviven gracias a la proximidad de una carretera, una mina o un atractivo turístico puntual. En este contexto, no sorprende que Montana siga perdiendo jóvenes hacia estados vecinos con más universidades, empresas y vida urbana.

En cierto sentido, Montana es un estado atrapado en su propia geografía y en el modelo económico que lo moldeó. Sus cielos infinitos, su aire limpio y sus montañas son un privilegio para quien busca retiro y soledad, pero un obstáculo para quien necesita conexiones, servicios y comunidad. Vivir aquí implica aceptar distancias descomunales, inviernos despiadados y un mercado laboral limitado. Por eso, pese a su belleza y a su aura de último territorio indómito, Montana sigue siendo un lugar que muchos visitan, pero pocos eligen como hogar permanente. Es el precio de la amplitud y la tranquilidad: un vacío que no se llena con postales.



Día de mercado en Boñar, día de júbilo

Paseo por el pueblo de Boñar —cabeza de comarca— en día de mercado. La plaza y las calles respiran júbilo y bullicio; el aire está impregnado con el aroma salino de los encurtidos, el perfume intenso de los quesos y esa fragancia inconfundible, un tanto impostada, de colonias que imitan a marcas ilustres. Una mezcla genuina, como lo es el mercado semanal en un pueblo con larga tradición de tratantes de ganado.

Camino sin rumbo, dejándome llevar entre gangas irrepetibles, señoras enfrascadas en el arte del regateo y turistas extranjeros que se mueven como si hubieran aterrizado en otro planeta. Aquí, en este ir y venir de voces y olores, el tiempo parece resbalarme de las manos. Y no me importa: pocos lujos quedan tan valiosos como dejar que se nos escape el tiempo sin prisa.

Todas las novelas de Stephen King

Volviendo al universo del escritor americano Stephen King , aquí dejo el listado de sus novelas en orden cronológico: Novelas en orden de pu...