La OMPI (Organización Mundial de la Propiedad Intelectual): la importancia de proteger las creaciones humanas

La Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) es un organismo especializado de las Naciones Unidas cuya historia se remonta a finales del siglo XIX, cuando la cooperación internacional en materia de propiedad intelectual comenzó a tomar forma con la firma del Convenio de París (1883) para la protección de la propiedad industrial y del Convenio de Berna (1886) para la protección de las obras literarias y artísticas. Estos tratados pusieron de manifiesto la necesidad de contar con estructuras estables que facilitaran la coordinación entre los Estados respecto de patentes, marcas, derechos de autor y otros activos intangibles cuyo valor económico y cultural empezaba a cobrar relevancia en un mundo cada vez más interconectado. Con el paso del tiempo, la administración de estos convenios llevó a la creación de uniones internacionales predecesoras de la OMPI, hasta que en 1967 se formalizó la OMPI como una organización internacional encargada de promover un sistema de propiedad intelectual equilibrado y eficaz. En 1974 pasó a integrarse en el sistema de Naciones Unidas como organismo especializado, consolidando su papel como referente global en la materia. Desde entonces, la OMPI ha evolucionado al ritmo de los cambios tecnológicos, económicos y jurídicos, adaptándose a nuevos desafíos como la digitalización, la globalización del comercio y el crecimiento exponencial de la economía del conocimiento.

La labor de la OMPI es amplia y multifacética, guiada por la misión de fomentar la creatividad y la innovación mediante la formulación de un marco internacional que permita proteger los derechos de los creadores y, al mismo tiempo, promover un acceso equilibrado al conocimiento. Una de sus funciones fundamentales es la administración de tratados internacionales que regulan la propiedad intelectual, entre ellos el Tratado de Cooperación en materia de Patentes (PCT), que simplifica de manera significativa la posibilidad de solicitar patentes en numerosos países a través de un único procedimiento internacional, y el Sistema de Madrid, que facilita el registro internacional de marcas permitiendo a empresas y emprendedores proteger sus distintivos en múltiples jurisdicciones mediante una sola solicitud. A ello se suma el Sistema de La Haya para el registro de diseños industriales y otros acuerdos que buscan armonizar criterios técnicos y jurídicos entre países con niveles de desarrollo y tradiciones legales diversas. Junto con estas funciones normativas y administrativas, la OMPI desempeña también un papel central en la provisión de asistencia técnica y capacitación a países en desarrollo, contribuyendo a que fortalezcan sus oficinas nacionales de propiedad intelectual y modernicen sus infraestructuras. Además, actúa como centro de solución de controversias a través de mecanismos de arbitraje y mediación, ofreciendo métodos ágiles para resolver disputas relacionadas con derechos de autor, patentes, marcas o nombres de dominio, particularmente relevantes en un entorno de comercio electrónico globalizado y de creciente complejidad jurídica.

La importancia de la OMPI radica tanto en su contribución al desarrollo económico mundial como en su capacidad para equilibrar intereses que a menudo pueden parecer contrapuestos: por un lado, la necesidad de proteger las creaciones intelectuales para incentivar la innovación y, por otro, el imperativo de asegurar que el conocimiento pueda circular y utilizarse en beneficio de la sociedad. En un contexto en el que los bienes intangibles representan una proporción cada vez mayor del valor de empresas, industrias y países, el papel de la OMPI se vuelve esencial para garantizar que las reglas del juego sean claras, previsibles y aplicables a nivel internacional. Asimismo, su trabajo adquiere relevancia frente a desafíos contemporáneos como la inteligencia artificial, las nuevas formas de distribución digital, la biotecnología y las industrias creativas globales, que requieren marcos legales flexibles y actualizados. La OMPI no solo proporciona las bases para la protección jurídica, sino que también impulsa la cooperación internacional y la creación de capacidades, elementos fundamentales para que la propiedad intelectual funcione como motor de desarrollo sostenible y como puente entre la ciencia, la cultura, la economía y los derechos humanos. En este sentido, su presencia y liderazgo permiten que la innovación y la creatividad continúen siendo fuentes de progreso para las sociedades, reconociendo y valorando el trabajo de inventores, artistas, investigadores y emprendedores en todo el mundo.

Por otro lado, también hay que indicar que por fortuna la creación de obras con derechos libres es cada vez más frecuente, por ejemplo a través del software en código abierto y cooperativo, que facilita mucho el acceso al conocimiento y a la ciencia a países con pocos recursos económicos. Se debería llegar a un equilibrio, en donde los propietarios que han ganado una gran cantidad de dinero con sus creaciones comiencen a plantearse la necesidad de compartir de forma altruista sus obras para el avance del conocimiento humano.