El Palacio de Ceausescu: un monumento megalómano

El Palacio del Parlamento de Bucarest, conocido originalmente por el nombre de Casa del Pueblo (Casa Poporului), representa uno de los monumentos más controvertidos y colosales de la historia moderna, nacido de los delirios de grandeza y la megalomanía del dictador Nicolae Ceaușescu. La génesis de esta estructura sin precedentes se remonta a una visita que el líder rumano realizó a su homónimo en Corea del Norte, tras la cual regresó profundamente inspirado para erigir el palacio más imponente y poderoso del mundo, con el fin de exhibir la supuesta pujanza del comunismo. Aprovechando la confusión y la devastación causada por el terremoto de 1977, Ceaușescu inició una reconstrucción radical y autoritaria de la capital rumana para amoldarla a sus planes arquitectónicos. La construcción comenzó formalmente en 1985 bajo la dirección de la arquitecta jefa Anca Petrescu, quien lideró a un equipo de 700 arquitectos y miles de ingenieros. Para dar paso a esta mole de piedra, se llevó a cabo un proceso de demolición masiva que borró del mapa barrios históricos enteros de la parte alta de la ciudad, destruyendo doce iglesias, tres monasterios, dos sinagogas, hospitales y fábricas. Este sacrificio patrimonial implicó el desplazamiento forzoso de más de 40.000 personas, quienes fueron despojadas de sus viviendas y reubicadas en edificios de bloques construidos específicamente para este fin, a menudo contra su voluntad. La ejecución del proyecto fue una empresa de proporciones heroicas y trágicas a la vez: empleó a más de 100.000 trabajadores en turnos ininterrumpidos de 24 horas durante los siete días de la semana. Se estima que miles de personas perdieron la vida debido a las duras condiciones de trabajo, y existe la creencia popular de que muchos de ellos permanecen sepultados bajo el hormigón de los cimientos. Para financiar este "capricho" ideológico, que costó aproximadamente 3.000 millones de euros (equivalente a un tercio de la riqueza nacional o cinco años del presupuesto del país), Ceaușescu sumió a la población en la miseria al contraer una deuda externa masiva. Aunque el dictador fue ejecutado en 1989 antes de ver la obra concluida, el edificio fue finalmente inaugurado en 1994, convirtiéndose en el símbolo imperecedero de una era de poder absoluto y sacrificio nacional extremo.

Desde una perspectiva técnica y estructural, el Palacio del Parlamento es una maravilla de la ingeniería civil que ostenta múltiples récords mundiales, siendo actualmente el edificio administrativo más pesado, costoso y el segundo más grande del planeta, solo superado por el Pentágono en Estados Unidos. Con unas dimensiones espectaculares de 270 metros de anchura por 240 metros de longitud, su estructura alcanza los 86 metros de altura sobre el nivel del suelo y se extiende hasta 92 metros en las profundidades del subsuelo. Su peso total es asombroso, estimado en unos 4,5 billones de toneladas, una cifra que refleja la densidad y la escala de los materiales utilizados en su cimentación y muros maestros. En total, el palacio abarca una superficie de entre 340.000 y 365.000 metros cuadrados, distribuidos en 12 plantas en superficie y un sistema complejo de niveles subterráneos. Aunque oficialmente se reconocen 8 niveles bajo tierra, existen rumores y teorías de diseño que sugieren la existencia de hasta 12 niveles en el subsuelo, manteniendo una simetría con la parte visible, destinados a secretos de estado y propósitos de seguridad nacional. Estos niveles inferiores incluyen instalaciones críticas como un búnker antinuclear, diseñado para proteger a la élite del régimen ante cualquier ataque externo. Técnicamente, el palacio alberga un total de 1.100 habitaciones, cada una de ellas planificada meticulosamente por el instituto de ingeniería "Proiect București" bajo la supervisión directa del ingeniero jefe Valentin Georgescu y el propio Ceaușescu, quien intervenía personalmente en el diseño de las obras. La complejidad técnica del edificio se manifiesta también en sus techos, como el de la sala más grande, que es de cristal y supuestamente fue diseñado para abrirse y permitir el aterrizaje de un helicóptero directamente en el despacho del dictador, aunque las guías locales afirman que nunca se ha visto este mecanismo en funcionamiento. Además, el edificio está permanentemente custodiado por el Servicio Rumano de Informaciones, lo que subraya su importancia estratégica y la seguridad que rodea sus pasillos.

El interior del palacio es un despliegue sin igual de exuberancia y patriotismo material, donde casi cada elemento decorativo fue fabricado exclusivamente con recursos y materiales de origen rumano, impulsando incluso la creación de fábricas específicas para este propósito. La decoración es sencillamente abrumadora: se utilizaron maderas nobles como el cerezo, el nogal, el olmo y el roble para los revestimientos, junto con vastas extensiones de mármol que cubren suelos y paredes. El palacio cuenta con más de 200.000 metros cuadrados de alfombras —incluyendo la alfombra más grande del mundo en su sala principal de 2.100 metros cuadrados— y 900.000 metros cuadrados de madera. La iluminación es otro de sus puntos fuertes, con cerca de 15.000 candelabros (o 480 lámparas de araña según la fuente) de cristal y bronce; el candelabro más grande del edificio pesa 5 toneladas y cuenta con 700 focos, cuya sustitución requiere un día completo de trabajo descendiendo la estructura. El lujo se extiende incluso a los detalles más funcionales, como persianas de hoja de oro y cortinas monumentales de 16 metros de altura que pesan una tonelada cada una. A pesar de este despliegue de riqueza, la realidad operativa actual es paradójica: aunque el edificio es la sede de la Cámara de Diputados y el Senado de Rumanía, además de albergar el Museo Nacional de Arte Contemporáneo y la Iniciativa de Cooperación del Sudeste de Europa, solo se utiliza aproximadamente el 30% de su capacidad total, dejando un 70% de sus inmensos salones completamente vacíos. El mantenimiento básico de esta mole, sin realizar reparaciones mayores, cuesta al estado unos 6 millones de euros anuales, lo que ha llevado incluso a propuestas de convertirlo en un centro comercial para rentabilizar su espacio. Los turistas solo pueden visitar el 10% del edificio, descubriendo estancias con alturas de hasta 19 metros donde cabría fácilmente un bloque de viviendas de cinco pisos. Hoy, el Palacio del Parlamento se erige como una presencia ineludible en el centro de Bucarest, rodeado por el circuito automovilístico "Bucharestring" y flanqueado por la nueva Catedral de la Salvación, permaneciendo como un recordatorio físico de un pasado de excesos y la complejidad de la identidad rumana contemporánea.