En Más allá del bien y del mal (1886), Nietzsche amplía esta idea, mostrando cómo los filósofos, legisladores y líderes morales reinterpretan la realidad para favorecer sus fines: “Toda filosofía hasta ahora ha sido únicamente la confesión y la autobiografía de quienes la formularon”. Los sistemas de valores no nacen de la razón pura, sino de la voluntad de poder: crean relatos coherentes que funcionan socialmente, justificando la autoridad de ciertos individuos o grupos bajo la apariencia de universalidad. Cada doctrina puede ser vista como un alegato ad hoc: su función es legitimar intereses concretos, no reflejar un orden objetivo del mundo. Así, Nietzsche anticipa la crítica moderna a la ideología como construcción de sentido al servicio del poder.
Esta perspectiva se extiende también a la religión y otras instituciones sociales. En El anticristo (1895), Nietzsche describe la moral cristiana como un producto del resentimiento: convierte la impotencia y el sufrimiento en un sistema de valores que organiza la vida comunitaria y ejerce control sobre los individuos. Como él dice, “El cristianismo es una especie de metafísica de la decadencia”. La lección es clara, según Nietzsche las ideas que tomamos por universales a menudo son alegatos funcionales, creados para legitimar jerarquías, normas o creencias. Comprender esto permite desarrollar un pensamiento crítico capaz de cuestionar las construcciones sociales e históricas que nos rodean y distinguir entre lo que es un valor impuesto y lo que es auténticamente reflexionado.
En suma, la crítica nietzscheana a los alegatos ad hoc nos enseña que la verdad no es neutra ni objetiva: es un instrumento en manos de quienes buscan consolidar poder o influencia. Su análisis de la moral, la religión y la filosofía revela que detrás de los valores “universales” suelen encontrarse intereses específicos disfrazados de leyes eternas. Para Nietzsche, la tarea del pensador es desenmascarar estas construcciones y fomentar un pensamiento autónomo que reconozca la dimensión histórica y contingente de nuestras creencias.