Las tres mejores películas de la Guerra de Vietnam desde el enfoque americano

La guerra de Vietnam (1955-1975) marcó no solo la política y la sociedad de los Estados Unidos, sino también su imaginario cultural. Fue el primer conflicto bélico retransmitido en televisión, donde las imágenes de la jungla, los helicópteros y los cuerpos heridos convivieron con un país dividido y en crisis moral. En el cine, ese trauma se transformó en un género propio: películas que no solo recreaban la batalla, sino que interrogaban el sentido de la guerra, la identidad estadounidense y la fragilidad de la condición humana. Entre todas, tres títulos se elevan como pilares fundamentales, tanto por su potencia artística como por su capacidad de representar el desastre de Vietnam desde la perspectiva norteamericana.

Apocalypse Now (1979), de Francis Ford Coppola, es quizás la obra cumbre del cine bélico moderno. Inspirada en El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad, traslada el descenso a la barbarie al escenario de la selva vietnamita. Más que una narración bélica, es un viaje psicológico donde la locura y la brutalidad se vuelven inseparables de la misión militar. La desmesurada producción, con un rodaje legendario en Filipinas y una mezcla de música rock con imágenes oníricas, creó un fresco alucinante que trasciende el cine de guerra: es la metáfora definitiva de la autodestrucción norteamericana en Vietnam.

Si Coppola ofreció la locura de la jungla, Oliver Stone —veterano de Vietnam— buscó la crudeza testimonial en Platoon (1986). Ganadora del Óscar a mejor película, fue la primera cinta de un director que había combatido en la selva y que filmó con la urgencia de un superviviente. Su mirada no embellece nada: barro, sudor, gritos y jóvenes soldados desorientados en un conflicto que no comprenden. Stone contrapone dos figuras paternas —el sargento Elias y el sargento Barnes— como metáfora del alma estadounidense desgarrada entre la ética y la violencia. Su autenticidad y compromiso político convirtieron a Platoon en una obra necesaria para entender el dolor colectivo que dejó la guerra.

Finalmente, Full Metal Jacket (1987), de Stanley Kubrick, ofrece una disección implacable del proceso de deshumanización militar. Dividida en dos partes —el brutal adiestramiento de reclutas y la experiencia directa en Vietnam—, la película captura la transformación de jóvenes en máquinas de matar y luego el sinsentido de enviarlos a una guerra sin propósito claro. Kubrick, con su perfeccionismo visual y su ironía amarga, mostró cómo la violencia se inocula primero en la mente antes de manifestarse en el campo de batalla. Su frialdad clínica y su mirada crítica siguen siendo un referente de cómo el cine puede desnudar los mecanismos del poder militar.

Tres películas fundamentales que cualquier buen aficionado al cine debe haber visto.