El eco de la conexión digital constante: el uso de redes sociales y su vínculo con la depresión

La depresión constituye una de las principales cargas para la salud pública a nivel mundial, siendo una de las causas más importantes de años de vida ajustados por discapacidad. En Estados Unidos, su incidencia es alta y va en aumento, con un costo económico anual estimado en miles de millones de dólares. Este trastorno mental, que a menudo se inicia en la adultez emergente (la etapa que abarca aproximadamente aproximadamente entre los 19 y 25 años), se encuentra en una intersección crítica con el auge tecnológico. Aquí entra en juego la ubicuidad digital, un concepto que describe cómo la tecnología de internet se ha incrustado de manera omnipresente, constante e integral en la vida diaria, haciendo que la conexión sea un estado permanente. Para los adultos jóvenes, esta ubicuidad se traduce en el uso masivo de las redes sociales —definidas como aplicaciones de internet que permiten la creación e intercambio de contenido—. Se estima que hasta el 90% de los jóvenes en EE. UU. utiliza estas plataformas (como Facebook, X, Instagram, Snapchat, etc.), visitándolas al menos una vez al día. Si bien las redes sociales se han convertido en un componente vital para mantener conexiones sociales, compartir contenido y obtener noticias, su relación con el bienestar psicológico es compleja y no siempre positiva. Estudios anteriores que intentaron vincular el uso de estas plataformas con la depresión habían arrojado resultados mixtos, limitados generalmente por muestras pequeñas, geográficamente localizadas y enfocadas en una sola plataforma. Por lo tanto, existía una necesidad crucial de investigar esta asociación en una población más amplia y representativa, utilizando una medición del uso de redes sociales que reflejara la diversidad de plataformas que los jóvenes usan cotidianamente.

Para abordar esta brecha, un grupo de investigadores diseñaron un estudio a gran escala con una muestra representativa a nivel de USA de adultos jóvenes. Los participantes, con edades entre 19 y 32 años, fueron encuestados sobre la frecuencia de su uso de redes sociales y sus síntomas de depresión. El uso de redes sociales se evaluó de tres maneras complementarias, lo que permitió una visión amplia del compromiso digital: se midió el tiempo total diario dedicado a las plataformas, el número total de visitas a la semana (incluyendo once plataformas populares) y una puntuación de frecuencia global. La depresión se midió mediante una escala estandarizada y validada que evalúa la frecuencia de síntomas depresivos en la última semana. Los hallazgos principales revelaron una asociación fuerte y significativa entre el uso de redes sociales y la depresión. Los resultados mostraron una tendencia lineal clara: a mayor uso de redes sociales, medido en cualquiera de las tres modalidades, mayor era la probabilidad de experimentar síntomas depresivos. De forma consistente, los participantes que se encontraban en el cuartil de mayor uso —ya fuera por la cantidad de tiempo total dedicado, por el número de visitas semanales a los sitios, o por la frecuencia global de uso— tenían probabilidades significativamente mayores de presentar niveles altos de depresión, incluso después de ajustar el análisis por factores demográficos como edad, sexo, raza e ingresos.

A pesar de la robustez de esta asociación en una muestra representativa, la limitación metodológica más importante del estudio reside en su naturaleza transversal. Esto significa que, si bien se confirma que el uso de redes sociales y la depresión están fuertemente ligados, el estudio no puede determinar la direccionalidad causal. Existen dos hipótesis igualmente plausibles: por un lado, el uso incrementado de redes sociales podría conducir a la depresión. Esto podría ocurrir porque la exposición pasiva a representaciones idealizadas de las vidas de los compañeros puede provocar sentimientos de envidia y la creencia distorsionada de que otros son más felices o exitosos, lo que con el tiempo lleva a un sentido de inferioridad y depresión. También es posible que el tiempo dedicado se perciba como "tiempo desperdiciado" o que el aumento de la exposición eleve el riesgo de ciberacoso. Por otro lado, podría ser que los individuos ya deprimidos sean quienes recurran más a las redes sociales. Personas con una  autoestima disminuida podrían buscar validación en interacciones en línea, percibidas como más controladas que las interacciones cara a cara. Adicionalmente, el estudio se basó en el autoinforme del uso de redes sociales, lo que puede ser menos preciso que el uso de datos empíricos de las propias plataformas. Como conclusión, la asociación positiva entre el uso de redes sociales y la depresión es un hallazgo con implicaciones clínicas críticas. Los profesionales de la salud mental deben evaluar el uso digital de sus pacientes deprimidos para identificar los posibles efectos del usos de las redes sociales en sus pacientes. Además, las propias plataformas de redes sociales podrían ser herramientas valiosas para identificar a individuos en riesgo y distribuir mensajes educativos o recursos de intervención específicos sobre la salud mental.

Lin, L. Y., Sidani, J. E., Shensa, A., Radovic, A., Miller, E., Colditz, J. B., Giles, L. M. & Primack, B. A. (2016). Association between social media use and depression among U.S. young adults. Depression and Anxiety, 33(4), 323–331.