Desmitificando el mito de la mujer de Singer y la Estatua de la Libertad

En la historia del arte y los grandes monumentos, los mitos y las leyendas tienden a adherirse con facilidad, a menudo eclipsando la verdad documentada. Uno de los casos más curiosos es el rumor persistente de que el rostro de la Estatua de la Libertad de Nueva York, diseñada por Frédéric-Auguste Bartholdi, se basó en la figura de Isabella Eugénie Boyer, viuda del magnate de las famosas máquinas de coser Isaac Singer. Aunque esta versión ha circulado en libros anecdóticos y en innumerables publicaciones digitales, la investigación historiográfica rigurosa demuestra que tal afirmación carece de base sólida. Isabella Boyer, de origen francés, fue ciertamente una figura llamativa en la alta sociedad del París de finales del siglo XIX. Su belleza y notoriedad como heredera de una fortuna colosal la convirtieron en objeto de comentarios y especulaciones. Es fácil entender cómo, en la mentalidad popular, un rostro así podría asociarse a una obra icónica como la Estatua de la Libertad. Sin embargo, el atractivo de la leyenda no sustituye a la evidencia histórica. Ni en los archivos de Bartholdi, ni en la correspondencia conservada, ni en testimonios de la época, aparece una sola referencia que vincule a Boyer con el proceso de modelado del monumento. Por el contrario, las fuentes contemporáneas apuntan de forma consistente hacia otro modelo: Augusta Charlotte Bartholdi, madre del escultor. Diversos biógrafos, como Barry Moreno en The Statue of Liberty Encyclopedia, recogen el testimonio de un senador estadounidense que, al conocer a la señora Bartholdi en 1876, comentó su parecido con la estatua. La respuesta del artista fue clara: su madre había servido de inspiración. Esto encaja con el carácter profundamente personal que Bartholdi imprimió a su obra, y con la tendencia, común en el arte decimonónico, de recurrir a rostros familiares para dotar de humanidad a figuras alegóricas.

Es importante señalar que, en el proceso creativo, Bartholdi no realizó una copia exacta del rostro de Augusta. La Estatua de la Libertad es, ante todo, un símbolo: una figura clásica que combina idealización y realismo. Su fisonomía responde más a un canon neoclásico que a la reproducción literal de un modelo vivo. Esto no excluye la influencia materna, pero sí aleja la obra de cualquier retrato directo, y mucho más de la improbable hipótesis de la heredera de Singer.

El mito de Isabella Boyer parece haber ganado fuerza en el siglo XX gracias a publicaciones de corte anecdótico y, más recientemente, a la viralidad de las redes sociales. Fotografías de Boyer —algunas retocadas o coloreadas— han sido yuxtapuestas con imágenes de la estatua para reforzar visualmente una conexión inexistente. Incluso circula en internet una supuesta “foto de la modelo” que, en realidad, es una recreación generada digitalmente, sin ningún valor documental. En este caso, todos los indicios apuntan a que el rostro de la Estatua de la Libertad no perteneció a ninguna heredera industrial, sino que fue un homenaje íntimo de Bartholdi a su madre. Es un recordatorio de que, detrás de los símbolos más universales, suele latir una historia personal, menos glamurosa que el mito pero más cercana a la verdad.