En esta era de inmediatez —de trenes de alta velocidad y de imágenes que se evaporan en segundos por las redes sociales—, todo viaje parece estar condenado a durar lo mínimo imprescindible. Pero nada más lejos de la verdad. Viajar sin prisa, deteniéndose en los pueblos, recorriendo paisajes con calma y conversando con quienes los habitan, abre la mente y transforma un simple desplazamiento en una experiencia verdaderamente enriquecedora. Disfruten del camino.